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HABITANTE DE MONTAÑA

El habitante de la montaña es un ser especial. A pesar de su carácter forjado en un clima hostil, es una persona sensible, que entiende y aprecia el valor de lo sutil. Es un ser paciente, porque finalmente aprendió a convivir con la oleada de turistas que suben a la montaña cada temporada.

 

Entiende que todos tenemos derecho a disfrutar de la montaña, a veces en espacios reducidos, por lo que se muestran amables y hospitalarios, respetando el espacio de cada uno, y haciendo respetar los valores de la comunidad. Acostumbrados al clima de montaña y a la vida dentro de un refugio, el montañés no pierde oportunidad al momento de salir a compartir, pero tiene clarísimo que su prioridad es el deporte y la vida al aire libre, por lo que se preocupa de cumplir con sus horas de descanso.

 

El montañés no le tiene miedo al sacrificio, porque sabe que la recompensa será mayor. Es solidario porque ha tenido dificultades. Aprecia el calor porque ha vivido el frío. Valora la compañía porque sabe de soledad. Respeta el silencio porque entiende su valor. Un ser de la montaña no critica, construye. No se queja, agradece. No toca la bocina, saluda con la mano. No trasnocha, prefiere el apreski.

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